Aquella casa se extiende majestuosa, rejas negras, paredes blancas sus altas ventanas invitan a observar y un amplio balcón se encuentra sobre todo el frente.
Las puertas se abren lentamente empujadas por una extraña fuerza, hacia adentro invitando a entrar. Largas ventanas se convierten en puerta y pasando el amplio estacionamiento, vacío, estas se abren.
Adentro no hay nadie, ni un alma y menos un ser. Grito y el mismo eco me contesta, no hay muebles y la luz, aunque no sirve es innecesaria. Estiro el cuello hay escaleras para arriba y abajo un amplio mundo de secretos. Decido bajar, que el resto del viaje se vuelva un ascenso.
El sótano esta desamueblado, y unas puertas dan a un pequeño jardín una fuente apagada, ni si quiera habitada por un pequeño chorro de agua. Un caracol avanza por la pared.
Subo, las escaleras aparentan no terminar, y la cuesta se vuelve difícil. El caminar arduo y la sala vacía. Nada que hacer en este mundo inmaterial. Sobre todo cuando ni si quiera se puede uno sentar a pensar.
Cuartos y cuartos, cocina y comedor. Llena de habitaciones mas ningún habitador. Puertas y puertas, unas abiertas otras cerradas. Algunos cerrojos pero ninguna llave.
Una puerta se abre, un rincón aparece. Todo se olvida, el mármol desaparece los cuadros flotan y se van. Tan solo permanece aquella puerta a la oscuridad.
¿Que habrá adentro?
No hay comentarios:
Publicar un comentario