lunes, 16 de abril de 2012

Pelea Callejera

La sangre moja el pavimento, el gancho a la quijada le ha roto el labio. Se prepara mentalmente y suelta puñetazos, algunos golpean su objetivo otros sirven tan solo para mantenerlo lejos. Es increíble como después de aquel golpe toda la pelea entro en enfoque.

Manuel se había despertado aquel día, queriendo pelear, no por lo que la pelea representa sino por lo que las heridas crean en la persona. Su lema había sido siempre, lo que no me mata me fortalece, sin embargo, hasta sus 24 años se metería en su primer pelea callejera.

Comenzó con aquel golpe enemigo, directo a la boca y Manuel no lo pudo parar. Al igual que los nudillos golpeaban a los otros, la sangre golpeaba el pavimento. Aquella única luz prendida en la cuadra lo iluminaba, creando sombras sobre la calle, la única visión en cámara lenta de aquellos peleadores.

Pensando en sus miedos, Manuel, se dirigió a aquel callejón. Sus pantalones de mezclilla, aquella camiseta tan usada apenas visible entre la apertura de la sudadera verde que llevaba. “El verdadero valor no es no tener miedo, valor es hacerle frente a ese miedo” y con este pensamiento en mente Manuel aguanto el primero. Un golpe tras otro, de ambas partes, hasta que uno de los dos cayó.

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David se había despertado aburrido, cansado de su vida en la que no hacia nada. Todos los días eran iguales, despertarse para rellenar papeles en la oficina, o al menos así llamaba a aquel cubículo de dos por dos. En lo alto de una gris torre, con su traje de siempre, como la sociedad espera de cualquier oficinista. La corbata que cambia a diario, combine o no, con tal de renovar su imagen. Los anteojos en la bolsa de la camisa al lado de la pluma.

De un lado a otro de la acera, los ojos se encuentran, y David imagina a un ave que recorre los cielos esperando sangre. Corre contra el otro, se encuentran en el centro, una sola luz ilumina la pelea y el primer golpe aterriza sobre su labio. Un gancho tras otro, es lo único que lo saca de la normalidad, aquella pelea semanal. El enemigo cambia, al igual que el victorioso.

Su jefe le grito hoy, su esposa lo engaño la semana pasada, no ha visto a sus hijos en años. Pero aun así las peleas lo mantienen contento, la adrenalina en el cuerpo. La sabiduría de que algunos días puedes ser el vencedor.

Golpe tras golpe, en la pelea todo se vale, mas ambos pelean como hombres. Tirando un golpe tras otro, esquivando algunos y sufriendo otros. Hasta aquel momento en que uno de los dos cae, rendido. Aquel momento en donde un peleador gana y todo el día mejora para ambos.

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