martes, 19 de junio de 2012

El Apagón

Me subí a un camión en aquella tarde lluviosa, con música cubriendo mis oídos. El camión se encontraba vacío. El conductor se veía extremadamente cansado, rompiendo voz dije.

-¿Cuanto es al Auditorio?

-Cinco

Contesto deprisa, me senté detrás suyo, queriendo ver a cualquiera que subiera. La  licencia del conductor decía, Jorge Joaquin Jose. Curioso nombre pensé y poco a poco se fue llenando. Subieron dos niñas con uniforme escolar, interrumpieron su discusión sobre matemáticas para pagarle al conductor, una moneda de diez pesos cambio de manos y el conductor les devolvió dos. No irían lejos.

Pagamos el camión, cuatro pesos cada una de nosotras. Yo seguía necia que la respuesta al examen era veintisiete, Juliana decía que la correcta era cuarenta y dos. Nunca nada es cuarenta y dos le contestaba yo, una y otra vez. Nos sentamos en unos lugares a la mitad del camión. El chico sentado en el primer asiento se veía guapo, aunque pegado a los audífonos como todos lo hacíamos cuando íbamos en nuestros asuntos sin querer ser molestados. Nos hartamos rápidamente de nuestra discusión y en ese momento notamos a la pareja sentada a lado nuestro, el en los tan comunes jeans y ella en mini-falda a cuadros y arracadas, que bonitas arracadas tenía.

-No las pienso empeñar, son un regalo de mi padre, que en paz descanse.

Me insistía ella una y otra vez, algunas diciendo que eran un regalo de su padre otras que las había heredado de su madre. Mas yo creía saber la verdad, se las había regalado aquel Don Juan de su ex novio y todavía no lo quería olvidar. Yo le suplicaba.

-Necesitamos pagar la luz, el agua y el gas. ¿O a poco quieres que nos los corten?

Me vio con ojos tristes, esos ojos verdes que nunca podía ignorar, pensé en vender un riñón para saldar las deudas. Incluso eso me provocaban sus ojos y me acerque a abrazarla diciendo a su oído que no se preocupara. En aquel instante observe al hombre rubio que iba subiendo al camión, con pantalones militares y camisa del mismo color, mas ni un solo logotipo en ella.

Me dieron de baja del ejercitó hoy, baja deshonrosa, me arrancaron mis medallas y parches y me mandaron directo a mi casa. Mi mente daba vueltas sobre lo que había pasado en las ultimas semanas, le di al chofer los cinco pesos de mi pasaje, y me senté en el ultimo lugar del microbús. Cada persona se encontraba perdida en sus pensamientos. Cuando de pronto las luces se apagaron, no fueron solo las del camión o las de la calle. Todas las luces del mundo se fueron simultáneamente, ni si quiera una por una, de pronto en instantes el mundo literalmente se apagó.

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