martes, 13 de marzo de 2012

Los Colores que Vemos

“Las rosas son rojas” Me dice mi maestro, aquel color que nunca he visto. Nací ciego aunque desde pequeño me han ido educando a los colores. Me los enseñan por ondas de sonido o pequeñas texturas diferentes. “¿Y esto de que color es?” Pregunto, tocando la mesa en la que estamos sentados. “Cafe” Contesta mi maestro sin perder ni un segundo.

La velocidad de su contestación es de lo mas importante, es la forma en que provoca que yo siga preguntando. Pregunto sobre la silla, cafe, el vaso de agua, verde, las flores en aquel florero que compro mi papa para mi mama. “Un clavel y una rosa” dice mi maestro y yo contesto “¿Blanco y Rojo?” “Correcto” me dice mi maestro.

Pasaron meses sin que lo escuchara, meses en los que nadie me platico de los colores. Yo tocaba cosas y trataba de adivinar de que color serian, me di cuenta por la textura de la mesa y el piso que probablemente tendrían el mismo color. Los vasos y el jarrón de flores podrían, a lo mejor, ser de colores parecidos.

Un día llego mi maestro de nuevo, escuche su voz ajetreada. Se le oía cansado, su respiración jadeante. Había adquirido un severo caso de acromatopsia se sentó en la mecedora de mi abuelo, que según yo era de igual color que el piso, y entre suspiro y llanto me contó de lo que era poder ver sin colores.

“Las cosas pierden sentido, y la vida adquiere una rutina indistinguible. Las flores se ven todas iguales, el arco iris es tan solo un puente indistinguible.” Lloraba como nunca lo había oído hacer, hasta que poco a poco se dio cuenta de que ahora estudiaríamos juntos. En lugar de maestro y alumno, nos convertimos en compañeros. Sin embargo los dos acabamos con un extraño nudo en el estomago.

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